"El número del Vivo es invariable. El Vivo son tres millones de vivos. INMORTALIDAD"
Robots ¡Inmortalidad! Servicio Planetario, el Consejo de los 8, bebés concebidos con extraños por mera obligación con el sistema de preservación de la naturaleza en festivales diseñados a tal efecto y un número invariable de seres que resucitan a través de la encarnación.
Esta es la historia que presenta Anna Stabironets con un toque muy interesante que sabe aunar la originalidad Nosotros de Yevgueni Zamiatin y la importancia de los números, de modo que en El vivo los números no solo tienen importancia matemática, sino que controlan prácticamente la vida a través de logaritmos y códigos numéricos o de claves asignadas a los recién nacidos. El detonante de la historia es el momento en el que uno de los nacidos nace sin una clave asociada al número constante de seres que forman parte de El Vivo, una comunidad planetaria de seres que auto regulan su existencia y
que viven en medio de la manipulación y la total inmersión de las redes y la tecnología. Un mundo en el que si no estás conectado, quiere decir que no eres nadie. Para los interesados en este tema de la hiperconexión, la pérdida de la privacidad y el control de los gigantes de las nuevas tecnologías de nuestros actos y nuestra vida, recomiendo el visionado de la película El círculo (2017) con Tom Hanks y Emma Watson entre los miembros del reparto.
Volviendo al mundo de El vivo, se recurre con frecuencia a los eufemismos. Por ejemplo, para referirse a la muerte nunca se pronuncia esto, se dice el momento de la pausa, no se habla de seres queridos o hijos, sino de "el pariente", no se habla de actos de tiranía, sino de "festivales de ayuda a la naturaleza". Es un mundo en el que existen drogas (como el SOMA en Mundo Feliz) que se ofrecen tanto si se siente deprimido como si se le "ha invitado amablemente al momento de la pausa" para que adormezca su conciencia mientras entra en una especie de parque de atracciones donde amables payasos le acompañan para poner fin a su vida.
Los seres que forman parte de "El vivo" están conectados al "socio", una especie de red y sistema que permite la hiperconexión entre todos los miembros o seres a tiempo real las 24 horas del día, una red en la que la vida real pierde brillo y es preferible chatear o "follar" en un juego simulado por ordenador antes que el contacto real. Los seres o miembros del vivo pueden desarrollar diferentes niveles o capas de consciencia mientras están en el socio, lo que les permite realizar múltiples tareas a la vez como si fueran autómatas. Para aquellos que van en contra del sistema, existen los reformatorios o las "granjas" a las que son enviados desde pequeños con el fin de que "se eduquen y disminuyan su peligrosidad para con El vivo", pero realmente son centros de los que es imposible escapar. Así, tras las muerte y los cinco segundos de oscuridad se les volverá a encerrar en el mismo lugar en la próxima vida. Por eso, el "Hijo del Carnicero" y otros que podemos llamar rebeldes son llevados a la granja como si fueran meras reses a la espera del matadero. Los seres "humanos" deben seguir las máximas recogidas en el libro de la vida, un libro similar al libro que se menciona en 1984 que recoge las leyes que rigen un mundo sustentado en el eufemismo, la mentira y lo antagónico (como "la guerra es paz"), de modo que si alguien trata de escapar y rebelarse, quizás lo que encuentre en el Consejo de los Ocho y el resultado de sus acciones no sean las esperadas.
La forma en la que está escrito sorprende al lector ya que le resulta familiar pues la narración empieza como los mensajes de instalación de una aplicación o de un software, incluye chats y el efecto de la tecnología envolvente del sistema autoritario de los ocho que rigen ese mundo es continuamente patente a través de rupturas de la linea temporal, el socio, los planetar con su máscara de espejo y el charlatán para registrarlo todo, la falsa armonía, la resignación , el deber, la responsabilidad, el placer, la estabilidad y la inmortalidad. Anna utiliza un tono personal que nos muestra los temores a los que nos enfrentamos en un futuro que ya es presente, donde la hiperconexion y la interacción virtual en juegos es una experiencia más vital que la propia vida.
Aunque la autora afirma que El Vivo está más cerca de Nosotros de
Zamiatin, que de 1984 y Mundo feliz, sin lugar a dudas hay conexiones entre todas ellas, pero puedo afirmar que aunque sí encuentro esa sensación que viví al leer las páginas en las que Julia y Smith se pasean por el barrio obrero en 1984, en El Vivo, el control de población, el festival de ayuda de la población y temas como la prohibición de los anticonceptivos o la eutanasia, las limpiadoras robots, los automédicos, los androides infiltrados, los profetas como el loco Mateo que proclama la venida de Cero como salvador con tintes apocalípticos, los mensajes carta de la suerte enviados como spam que invitan a la rebelión, la presencia de los insectos como mascotas y las llamadas al lector como un "tú del futuro", convierten a esta obra en una experiencia sumamente interesante con un final quizás inesperado. Incluso, un final desde el punto de vista de construcción de la historia que no acaba de compactar con el todo; pero en líneas generales, una historia que merece la pena leer.
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